¿Qué es el laicismo?
- juntapromotoravecina
- 1 dic 2014
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Cada mujer, cada hombre debe alimentar su espíritu con la más absoluta e irrenunciable libertad y decidir en su fuero íntimo los mejores camino para la vida. Pero nadie, y mucho menos el poder estatal, cuenta con la potestad para imponer tal o cual curso de acción que sólo compete a las personas, individualmente consideradas.
El laicismo no es un capricho ni una bandera que sólo se levanta para fortalecer los principios. El laicismo es el presupuesto básico, el cimiento sobre el que se asienta la construcción democrática de la República. El laicismo asegura la igualdad de oportunidades, es el elemento inclusivo por excelencia.
El laicismo no es una cuestión meramente teórica, más o menos abstracta, y para algunos, hasta pretérita. Muy por el contrario, el laicismo es un concepto eminentemente político, plenamente vigente y con enorme contenido social.
Pretende lograr distintos fines, todos ellos relacionados con un principio rector que le otorga origen: el libre pensamiento. A partir de entender y comprender que el pensamiento evolucionado del hombre es lo que lo hace diferente a las restantes especies animales, podremos advertir la enorme importancia que significa que ese pensamiento, y particularmente el científico, se conduzca con suficiente autonomía respecto a las distintas formas de sometimiento en su razonar.
La palabra laico proviene del griego que significa hombre común del pueblo. Por lo tanto un movimiento laico pretende que el laicismo, como principio político, se plasme en sociedades inclusivas en las que nadie pueda sentirse fuera ni tampoco superior o inferior a otros ante las normas jurídicas. Por lo tanto busca que las sociedades mejoren tanto por sus homogeneidades como por sus diversidades. Para que estas diversidades no generen enfrentamientos, deben ser armonizadas mediante valores de importancia sustantiva como la tolerancia y la fraternidad.
Para ello es necesario evitar los dogmas. Los mismos, con sentido de inmovilismo, pueden ser muy válidos en el plano de las creencias religiosas e individuales, pero no deben ser llevados al plano científico, legal ni político, ya que se corre el riesgo de anular toda idea de progreso y cambio social.

¿Y cual es el rol del Estado, como representante político y jurídico de sus habitantes, ante los cultos religiosos? Pues nada más ni nada menos que respetar a todos aquellos que cumplan con la ley por igual, sin privilegiar a ninguno en particular (incluyendo el aspecto económico) y actuar con la independencia suficiente como para garantizar en forma efectiva que nadie sea afectado por condicionamientos dogmáticos y excluyentes. Tal neutralidad significa que todos los cultos, en pie de igualdad y adecuados a las leyes, tendrán completas posibilidades de desarrollarse y sus creyentes contarán con todos los derechos para cumplir con las mandas y preceptos religiosos. Es decir el Estado debe proteger a la fe, pero la fe no puede ni debe hacer las leyes.
El laicismo no se limita a vincular las religiones y la educación, como muchas veces se pretende creer. Su campo es mucho más amplio y puede considerarse en el ámbito de la salud pública o de la vida personal, social y cotidiana, cuando determinadas problemáticas no pueden ser tratadas a través de condicionamientos dogmáticos-religiosos, sino mediante análisis y estudios interdisciplinarios.
Como ideología profundamente integradora, se opone de manera frontal a las políticas generadoras de desigualdades y entiende que son responsabilidades colectivas el bregar por su superación.
Desde la posición laica, que respeta cualquier ideología o principio moral, no se puede aceptar que se trate de imponer los propios a nadie, debemos reivindicar la libertad personal y la racionalidad frente a los modelos excluyentes y los fundamentalismos. En este sentido, en el tratamiento de los derechos civiles como la igualdad plena para las mujeres y el respeto por sus decisiones, la violencia en general y de género en particular, el uso de los métodos anticonceptivos, la prevención del SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual, la investigación científica con células madre, la reproducción asistida, el derecho a una muerte digna, entre muchos otros; no pueden imponerse las posiciones de la religión (por lo general a manera de prohibición) al conjunto de la sociedad.
El conjunto de las organizaciones y entidades que desde su ámbito se puedan ver afectadas y discriminadas por la posición unilateral de la Iglesia Católica son muchas y muy amplias, pero lo que si no debe pasar, es que un estado claudique ante esta posición.
Un estado debe ser aconfesional. No es aceptable que las instituciones públicas destinen un volumen de su presupuesto, de recursos humanos, económicos, infraestructura, etc., en apoyo a este tipo de instituciones, ni católica, ni ninguna otra que plantee un dogma determinado tanto religioso como político y que afecte o incline la forma de proceder y actuar de un estado.
No vivimos en una sociedad con una sola cultura o religión. Esto está relacionado al momento histórico y social en el que vivimos, pero también es una oportunidad para ampliar nuestra visión y vivir la solidaridad con el otro.
Todas y todos, tenemos el derecho a ser y celebrar lo que somos: ateos, agnósticos, religiosos, creyentes y armonizar mediante el diálogo y las prácticas concretas. Para que la convivencia sea posible y positiva, es necesario, como condición fundamental, que el Estado sea laico, y haga posible e una sociedad laica, el ejercicio de los derechos inherentes a todo colectivo.
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